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El paro nacional: ¿Una movilización de la talla del Movimiento por los Derechos Civiles (1955 – 1964)?

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El paro nacional: ¿Una movilización de la talla del Movimiento por los Derechos Civiles (1955 – 1964)?

Era 1955 en Montgomery, Alabama. Claudette Colvin, de 15 años, se sentaría en una silla reservada para blancos, desafiando las leyes “Jim Crow” de los Estados del sur. El encarcelamiento de Colvin, seguido del de Rosa Parks (quien imitaría el escandaloso proceder de la joven), daría lugar al boicot de autobuses organizado por Jo Ann Gibson y el pastor protestante, Martin Luther King, que duraría 381 días. Estos acontecimientos darían inicio a uno de los movimientos políticos más importantes de la Historia moderna: El Movimiento por los Derechos Civiles (en adelante MDC), que pondría fin a las leyes de segregación racial en Estados Unidos en 1964.

Pues bien, en estos días de paro nacional, he escuchado a muchos manifestantes comparando las actuales movilizaciones con movimientos de la talla del que lideró Luther King, o con las marchas de las sufragistas que consiguieron el derecho al voto para las mujeres, y exclamando que el paro conseguirá para nosotros nuevos derechos.

¿Pero estamos realmente ante un acontecimiento semejante? ¿Qué derechos se están reivindicando con las marchas? ¿Cuál es el objetivo final de las mismas? ¿Cuáles son las motivaciones políticas (y emocionales) del paro? ¿Se están reclamando derechos que realmente se están viendo vulnerados? ¿Cuál es la estética política de este movimiento y en qué se diferencia del de Luther King?

Los primeros en convocar al paro (las centrales sindicales y más de cuarenta organizaciones gremiales), plantearon que la movilización estaba motivada por el “paquetazo” de Duque: la intención del gobierno de pasar una serie de reformas laborales y pensionales, entre otras, que según explicaban, “afectarían directamente a los trabajadores, ciudadanos, jóvenes y pensionados del país”. Palabras más, palabras menos, estaríamos ante una reivindicación de los derechos del trabajador que, de acuerdo a la percepción de estos sectores, se estarían viendo amenazados.

Vamos bien, diría yo: el paro se va haciendo un lugar en la lista de los movimientos sociales que reivindicaron derechos fundamentales a través de la Historia. Hay sin embargo, dos pequeños detalles que marcan una diferencia importante con el movimiento que lideró Luther King. En primer lugar, aquí no estamos ante un escenario de vulneración de derechos laborales. Estamos ante una serie de propuestas de gobierno que iban a ser debatidas de manera democrática y sometidas a las diferentes instancias del aparato estatal. Por el contrario, las Leyes Jim Crow eran una política estatal que violaba abiertamente los derechos de los ciudadanos de color.

En segundo lugar, quienes convocaron al paro tienen intereses particulares, privados, mientras que el movimiento liderado por King tenía una finalidad común y articulada: acabar con el apartheid. El artículo de Marc Hofstetter, “La batalla de las élites”, publicado en la Silla Vacía el 28 de noviembre, explica muy bien este punto.

Ya más adelante, los estudiantes, los jóvenes y otras organizaciones y sectores, se unirían al paro, exponiendo nuevas motivaciones: el respeto del derecho a la vida de los líderes sociales y de aquellas comunidades indígenas que se encuentran bajo permanente amenaza, ante lo que ellos definen como “la pasividad del Gobierno Nacional”, la superación de la desigualdad social y la superación de la desigualdad de género. Sumarían también a estas demandas, el fin de la regulación y la criminalización de la protesta social, que, en resumidas cuentas, es un llamado al desmantelamiento del ESMAD. En teoría todas estas (y otras) demandas serían incluidas en el pliego de peticiones que presentaría el comité del paro al gobierno el pasado 26 de noviembre. (Dejo ahí el interrogante, porque si uno analiza bien el pliego de peticiones, encuentra que recoge principalmente los intereses gremiales y apenas toca las demandas de jóvenes y estudiantes).

Pero vamos mejor. Se reivindican varios derechos: el derecho a la paz, al ejercicio político, al trabajo, a la salud, a la protesta social, a la igualdad… Más aún, si recordamos la reciente operación militar que acabó con la vida de varios menores, así como el abuso de la fuerza por parte del ESMAD, este movimiento reivindicaría derechos fundamentales que un gobierno indolente ha elegido pasarse por la galleta.

Diríamos entonces que el paro entra definitivamente dentro de la lista de las grandes movilizaciones que han ganado para nosotras/os derechos frente al Estado. Sin embargo, encuentro notables diferencias con muchas de estas movilizaciones, y en particular con el MDC, dos de las cuales ya he nombrado con anterioridad.

Una tercera diferencia, es que las demandas (y me refiero a las de la sociedad civil, no a las de los gremios y privados) son notoriamente vagas. Los manifestantes no han logrado definir propuestas claras y contundentes que sean acogidas por el comité del paro y llevadas a las mesas de diálogo. Por el contrario, el MDC se esforzó en delimitar sus demandas hasta llegar a tres puntos concretos: (1) la supresión de las leyes de segregación racial, (2) El efectivo ejercicio del derecho al voto por parte de la población negra (3) La supresión de las políticas de segregación económica y de vivienda.

Por último, existe una diferencia diametral entre el motor del paro nacional (aquellas emociones y convicciones profundas que sacan a la gente de sus casas) y el motor del MDC. Basta con escuchar las arengas y ver las pancartas de las/los manifestantes para reconocer que el principal motor del paro es el odio (justificado o no) al Uribismo, y la convicción de que el gobierno de uno de sus copartidarios debe caer. Por el contrario, el motor del MDC no era el odio a los blancos ni a un sector político en particular. El motor de este movimiento era la plena convicción de que los negros eran iguales a los blancos, y de que por lo tanto se les debían garantizar los mismos derechos.

Para no hacerle más largo el cuento, diría que si bien sí hay una serie de derechos que reivindica el paro nacional (algunos de los cuales efectivamente se han visto vulnerados por el Estado), suman más las diferencias con los grandes movimientos que han conseguido para nosotras y nosotros derechos fundamentales, que las similitudes. No: no es cierto que gracias al paro vayamos a conseguir nuevos derechos. Se lograrán otras cosas, claro que sí (y espero que así sea), pero el paro no nos conseguirá nuevos derechos, no sólo por su desarticulación y porque sus principales representantes defiendan intereses gremiales, sino porque tampoco estamos en un contexto de violación abierta (y amparada por la ley) de derechos fundamentales.

Creería entonces, que el paro se parece más a la revolución cultural que se vivió en Estados Unidos en la década de los sesentas, que a los grandes movimientos políticos con fines concretos que han sido definitivos para el devenir de la humanidad. Por lo tanto, creería que conceptos como el “generational gap”, la anomia, la crisis representativa, el hastío, la democracia participativa, entre otros, pueden ayudarnos a tener una mejor comprensión de lo que significa el paro, de aquella condición social que realmente expresa.  

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