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Breve Historia de la oposición en Colombia

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Por María Emilia Gouffray y Sergio Alejandro Gómez

En diciembre, el actual gobierno de Colombia hizo pública la compra de una nueva flota de aviones de guerra, para reemplazar los 19 aviones Kfir, de los cuales varios operan desde 1989. La decisión fue polémica, porque seis meses antes, el actual presidente se oponía a que el gobierno de Duque adelantara esta gestión. Famosos fueron sus trinos sobre la materia:

“La compra de aviones en medio de una crisis como la que vivimos, es el máximo grado de irresponsabilidad de un gobernante. No entiendo un país que pueda aplaudir que no se usen los recursos para salvar la vida y en cambio si en instrumentos para bombardear niños” (16 de marzo).

Y el 22 de junio, ya como presidente electo, trinó: “Todo avión que se compre para instituciones públicas en estas semanas, se vuelve a vender. Le solicito al presidente Duque suspender esas compras”.

Sin embargo, en un momento crítico, cuando el 2022 cerró con una inflación del 13,12 % (la más alta desde 1999), el peso colombiano ha sufrido una devaluación histórica, el precio de los alimentos está por las nubes, y se avecina una aguda crisis económica global, el presidente parece haber olvidado su antigua posición y anunció la compra de los aviones por un precio más elevado. 

Ante el sorpresivo comunicado, hicimos una publicación sobre el tema. Presentamos la Historia de los aviones militares en Colombia, y asumimos una postura crítica frente a la incoherencia del gobierno. Pero la respuesta del público fue negativa. Muchas personas se sintieron ofendidas por exponer una contradicción evidente. Parecía como si estuvieramos transgrediendo sus creencias religiosas, como si el presidente fuera una suerte de mesías, y todo cuanto saliera de su boca fuera incuestionable, verdadero, esencialmente divino y perfecto.

El acontecimiento nos dejó pensativos. Puso en evidencia algunas de las características más perturbadoras de la tradición política colombiana. En primer lugar, la tendencia a la política personalista, con grandes caudillos populistas que amasan una fanaticada ciega y fiel que aplaude todas sus acciones sin titubear, y sin espacio para la crítica constructiva.  

De estas figuras mesiánicas, cuatro sobresalen en la Historia del país: Obando en el siglo XIX, Gaitán en el siglo XX, y Uribe y Petro en el siglo XXI. El vigor de los últimos dos y su cercanía temporal, demuestra que, mientras en los dos primeros siglos republicanos, la figura del gran caudillo nacional era más bien extraña y excepcional, en el siglo XXI, el fenómeno ha cobrado mayores dimensiones.

Esto responde principalmente a la Constitución del 91, que, en aras de acabar con el histórico bipartidismo y abrir espacios políticos a nuevos movimientos, partidos y actores políticos, promovió las listas abiertas y un sistema electoral más personalista, centrado en las candidaturas individuales. Asimismo, el fanatismo personalista se ha visto potenciado por las redes sociales, que crean realidades paralelas, manipulan las emociones de la audiencia, difunden información sesgada, incompleta y a menudo falsa, y aumentan el sesgo de confirmación. 

Pudimos probar las primeras consecuencias de la constitución del 91 con las pasiones que despertó el uribismo, y parecería que el actual presidente está produciendo un éxtasis similar entre su fanaticada, apoyado en las poderosas “bodegas” que viralizan mensajes favorables al gobierno en las redes sociales.

En segundo lugar, el episodio demostró que en la tradición democrática colombiana, la oposición se ha caracterizado por deslegitimar, desprestigiar, ridiculizar, satanizar y, en últimas, destruir al oponente político. Y esta es una característica que, a diferencia de la anterior, no es nueva.

Basta con hacer un primer análisis de las caricaturas políticas de los siglos XIX y XX. Una y otra vez, nos encontramos con imágenes y pullas que buscan desprestigiar al contrincante. El objetivo no es plantear un debate analítico, profundo, constructivo que aborde los asuntos importantes desde diferentes perspectivas. El objetivo es generar indignación, manipular las emociones de la audiencia, y promover el odio al oponente.

Por ejemplo, las caricaturas del “Zancudo” y “Mefistófeles” de finales de siglo XIX, se caracterizan por su carácter dramático (tan dramático, que da risa) y su radical desprestigio del proyecto regenerador, que presentaban como la muerte total del proyecto republicano:

Los regeneradores también eran presentados como “vampiros”, aquella palabra que ha sido usada tantas veces para desprestigiar al oponente político:

Los debates de fondo sobre las libertades individuales y los problemas del centralismo nunca se dieron. La élite política de entonces, tal y como la de hoy, creía que la ciudadanía era demasiado simple como para plantear debates que le obligaran a pensar, a desarrollar un pensamiento político más sofisticado.

A esto se suman los apodos y remoquetes para los rivales políticos. Famoso fue el apodo que le pusieron a Tomás Cipriano de Mosquera por sus problemas de habla: “mascachochas”, o el que le pusieron a Obando: “el Tigre de Berruecos”, por su participación en el asesinato del mariscal Antonio José Sucre en la montaña de Berruecos (Nariño) en 1830. 

Esta misma tendencia se repite en el siglo XX. Las editoriales, caricaturas y artículos de periódicos partidistas como “El Nuevo Siglo” y “El Liberal”, en vez de promover debates analíticos y constructivos, se dedicaron a ridiculizar al partido contrario y a sus máximos exponentes. Así, promovieron la polarización y contribuyeron a profundizar los odios políticos.

Las caricaturas de mitad de siglo XX se convirtieron en una tribuna más de combate sectario, usando la mofa, el sarcasmo y la mordacidad como puntas de lanza contra el contrincante político. Y los apodos también fueron la regla. Los liberales usaron “el monstruo” para Laureano Gómez, y los conservadores (empezando por el mismo Gómez), usaron “el Basílico” para el Partido Liberal. 

Ya en el siglo XXI, podemos decir lo mismo sobre la oposición plagada de noticias falsas, mentiras, y un fuerte contenido emocional que reivindicaba el odio, el rencor, el dolor y la indignación, liderada por el expresidente Álvaro Uribe en contra del gobierno Santos y el Acuerdo de Paz. 

Estas son las mismas características que encontramos en el caso con el que empezamos este artículo: el uso de una retórica poética, sin sustento ni argumentos cuidadosos y estudiados, para oponerse a la compra de aviones por el gobierno Duque. 

¿Qué tal si, tal y como lo afirmaba el mandatario de aquel entonces, eran necesarios? ¿Se estudió cuáles eran las razones de peso para cambiar la flota de aviones Kfir? ¿Para qué operaciones concretas eran necesarios? ¿Era una medida obligatoria para garantizar la autonomía y la defensa de los intereses nacionales?

En su momento, la oposición no se hizo estas preguntas, ni entró a estudiar el asunto. Tal y como sus ancestros del siglo XIX y XX, se limitó a desprestigiar al oponente político, apelando, tal y como lo hizo el expresidente Uribe en su momento, a la indignación.

Las evidencias de que comprar los aviones era necesario las ha aportado el actual gobierno, que se ha visto obligado a defender la decisión ante la tormenta política que desató, y en últimas, tuvo que retractarse, cancelando la compra. Si el presidente hubiera optado por ejercer una oposición más cuidadosa cuando era candidato electoral, quizás hoy no se estaría tragando sus palabras.

Esta es una lección que debería resonar entre todas las personas que se dedican a la política en Colombia, no sólo porque como dice el refrán, “el pez muere por la boca”, sino porque también está en sus manos que la democracia colombiana supere su carácter sectario, violento y circense, y se convierta en un sistema de gobierno verdaderamente democrático, que promueva el acceso a información certera, el debate constructivo, y el análisis riguroso de las ideas. 

Bibliografía

García, Mateo. “Gustavo Petro: compra de aviones de combate desató tormenta política“. El Tiempo. 22 de diciembre de 2022. Disponible en: https://www.eltiempo.com/politica/partidos-politicos/polemica-por-decision-de-gustavo-petro-por-comprar-aviones-de-guerra-727928. Fecha de acceso: 6 de enero de 2022.

López Macías, Isabel. “Caricaturas del siglo XIX“. Archivo de Bogotá. Disponible en: https://archivobogota.secretariageneral.gov.co/noticias/caricaturas-del-siglo-xix. Fecha de acceso: 6 de enero de 2022.

Portafolio. “Inflación en Colombia va ‘sin freno’: ¿por qué no baja?”. Disponible en: https://www.portafolio.co/economia/finanzas/inflacion-por-que-no-baja-en-colombia-576523. Fecha de acceso: 6 de enero de 2022.

González Aranda, Beatriz. “Dictadura y caricatura”. Biblioteca Virtual del Banco de la República. Disponible en: https://www.banrepcultural.org/la-caricatura-en-colombia/texto18.html.Fecha de acceso: 6 de enero de 2022.

Gutierrez, Eugenia y Urrego, Miguel Ángel. “1.001 cosas sobre la Historia de Colombia”. 

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