Nerds de la Historia

Una vieja amiga llamada muerte

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Una vieja amiga llamada muerte

Quiero que reconozca su placer culposo ahora mismo: no sólo ha visto el meme de los enterradores ghaneses mil veces, sino que además se ha partido de la risa una y otra vez. 

El meme es políticamente incorrecto (por no decir racista y morboso) por donde se le mire, pero hoy no he venido a aguarle la fiesta (después de todo, a quién engaño: yo también me he reído). Vengo a echarle una carreta muy distinta: a hablarle de la muerte, aquella vieja amiga que teníamos olvidada y que, para sorpresa de muchos (¡Sí, yo sé, no me regañe! para sorpresa de los de las grandes ciudades, los de clase media, los privilegiados, en fin, para sorpresa suya y mía), ha vuelto a asomarse por las esquinas y a invadir nuestro pensamiento.

De ahí el meme de los ghaneses: estamos pensando en ella…

Muchos dirán que la muerte siempre ha estado ahí y esto es cierto (es especialmente cierto en países como Colombia, donde muchos la han experimentado en su forma más trágica: como muerte violenta). Pero hay acontecimientos que la traen de presente de manera muy tangible, muy sobrecogedora, quizás, precisamente, porque afecta a un mayor porcentaje de la población. Las pandemias son uno de ellos. 

Y es que por trágica que sea la realidad social y política de nuestro país (y de muchos países en el mundo), el hecho es que la mortalidad infantil ha disminuido de manera significativa en el último siglo y este fenómeno ha venido acompañado de un aumento considerable en la expectativa de vida.

Somos entonces, una generación que se ha acostumbrado a la ancianidad, y a la que le escandaliza la muerte de niños, jóvenes y adultos. Hacemos parte de una cultura que vive en constante negación de la muerte, que no quiere pensar en ella, que no quiere escribir sobre ella, y que cuenta con muy pocas herramientas para enfrentarla. 

Pero como sabrá, la cosa no siempre fue así. Muchas de las personas que nos antecedieron tuvieron que enterrar a sus hijos (uno tras otro), y vivieron vidas precarias, bajo la amenaza constante de perecer. No es entonces sorprendente que pensaran tanto en la muerte, hasta el punto de hacer tratados, poemas y obras de arte sobre ella y orientar la reflexión religiosa hacia el fin de la vida.

Por ejemplo, el Islam surgió en un contexto en el que la ciudad de la Meca empezaba a crecer y a prosperar, en marcado contraste con la vidas rústicas de las tribus de la península arábiga. La Meca se erigió entonces como un espejismo, como el símbolo de lo ilusorio, entre gentes que estaban acostumbradas a las durezas de la vida nómada, al largo trasegar en las noches del desierto, en fin, entre gentes que eran muy cercanas a la muerte. 

Según Henri-Charles Puech, es en este contexto – en el que además había un revoltijo de grupos cristianos dispersos, judíos, y beduinos que adoraban toda clase de ídolos -, en el que se empezó a consolidar un sentimiento de precariedad, una obsesión generalizada por la muerte, por el carácter efímero de la vida (sentimiento que quizás halla su mejor expresión en la poesía de la época) y que sería sabiamente recogido por Mahoma, quien ofrecería a estas tribus del desierto una fe sólida, estricta, monoteísta, que les ayudaría a sobrellevar el dolor, la pérdida… La muerte.

Es el mismo espíritu que nutre al judaísmo. Ya de entrada, en el Génesis, encontramos la terrible condena de un Dios que ha sido traicionado: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás” Génesis 3:19. Toda la reflexión judía nace entonces de la certeza de que la vida es fugaz, de que la pérdida del paraíso no significa otra cosa que el reinado de la muerte.

Y el cristianismo – aunque revolucionario y más centrado en la resurrección y la vida-, también arrastra esta desilución hebrea, este sentimiento de pérdida… Es también una reflexión entorno al ineludible destino del mortal. Ha habido momentos, sin embargo, en los que la reflexión cristiana se ha volcado de manera más violenta sobre esta materia. Tal es el caso de siglos XVI -XVIII, los siglos del barroco.

Para finales de siglo XVI Europa había sufrido importantes transformaciones: su población había sido diezmada por la peste negra (acontecimiento que como se imaginará fue bastante traumático), había tenido lugar la reforma luterana, y se había descubierto América. Como explica Jose A. Maraval, tanto cambio llevaría a un resquebrajamiento del orden tradicional y al surgimiento de un individualismo incipiente. Era pues, un contexto en el que se acentuaba el conflicto entre los valores religiosos tradicionales y las nuevas formas de vida.

¿La respuesta de la Iglesia Católica?: recordarle a los fieles hasta el cansancio, que son polvo y polvo serán, y que, contrario a lo que dice Lutero, uno no se va al cielo por la sola gracia de Dios, sino por los propios méritos. Así las cosas, toda la reflexión católica se vuelca hacia la calavera, hacia la certeza de que la muerte está cerca y de que para salvar el alma hay que vivir en santidad.

Y encontramos también reflexiones sobre la muerte en diferentes periodos de la Historia y en diferentes culturas y tradiciones religiosas. La cultura samurai, por ejemplo, ofrece una perspectiva muy diferente, pues  encuentra en el sepuku (o harakiri) la única salida posible a la pérdida del honor. Por su parte, el hinduismo y el budismo, han hallado en la reencarnación la escapatoria a la tumba… Y así podría seguir hasta el fin de los tiempos, hablando de cómo la muerte ha sido pensada por miles de culturas, pero correría el riesgo de aburrirle. 

Vuelvo entonces al meme de los enterradores ghaneses. Sí: estamos pensando en la muerte. Y cómo no hacerlo, si el coronavirus y los cientos de muertos que deja a su paso la trae de presente. ¿Pero estamos preparados para su llegada? ¿Contamos con suficientes recursos para interpretarla? ¿O tantos años de darle la espalda nos hacen particularmente vulnerables a su halo fatal?

  • José Antonio Maravall. “La cultura del Barroco: Análisis de una estructura histórica”
  • Henri-Charles Puech. “Historia de las religiones”. Tomo 6. “Las religiones en el mundo mediterráneo y en el oriente próximo”. Cap. “El nacimiento del Islam”.

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