Cruz y muerte: Brevísima Historia de las pandemias
¿Ya ha escuchado los testimonios de los habitantes de Wuhan que están en cuarentena por el Coronavirus? Son escalofriantes. Y sin embargo, no es la primera vez que la humanidad se enfrenta a una pandemia de gran magnitud. Las comunidades de todos los rincones de la tierra se han visto amenazadas por epidemias violentas, que en mucho casos han diezmado a poblaciones enteras, y que han tenido insospechadas consecuencias sociales, políticas y culturales. Por aquí le dejo dos ejemplos bien dramáticos, para que ponga en perspectiva el fenómeno del Coronavirus.
Empiezo por la más famosa: La peste negra. De origen Mongol, esta pandemia se propagó con rapidez (las pulgas de las ratas y el comercio fueron los culpables), contagiando a los comerciantes de China y el Imperio Musulmán, hasta llegar a Venecia a mediados de siglo XIV. Una vez en Europa, cobró vidas a diestra y siniestra. El fenómeno fue de tal magnitud, que una tercera parte de la población europea desapareció en la segunda mitad del siglo catorce.
Como se imaginará, este desastre tuvo implicaciones dramáticas. La voy a hablar de la que más me interesa: la profunda transformación religiosa a que dió lugar. De expresiones festivas, centradas en la resurrección y la espera de la segunda llegada de Cristo, la Europa cristiana pasaría a una religiosidad obsesionada con la experiencia dolorosa.
Piénselo, tiene sentido: un Dios alegre no cazaba con un panorama tan desolador. La proliferación de obras que representan las experiencias dolorosas de Cristo, y de santos mártires y mortificantes, da cuenta de ello. Pero la evidencia más contundente, es la multiplicación del Cristo crucificado en los altares: los fieles necesitaban un Dios que pareciera más cercano a su dolor.
Me voy ahora con el segundo ejemplo: el desastre demográfico que tuvo lugar en la América colonial. Por increíble que parezca, los pobladores originales de América no fueron diezmados por las guerras, desplazamientos y trabajos forzosos que les impusieron los colonizadores. Los principales responsables de este desastre fueron seres diminutos: los microbios.
Cientos de comunidades, que habitaban el continente de punta a punta, tuvieron que enfrentarse a enfermedades tan mortíferas como la viruela y la gripe suina; nuevas enfermedades contra las que sus cuerpos no habían desarrollado mecanismos de defensa. Así, en menos de un siglo, desaparecieron decenas de millones de indígenas que habían habitado este extenso territorio.
Palabras más, palabras menos, las epidemias han cambiado el curso de la Historia. No sólo han transformado mentalidades, religiones, y expresiones culturales, sino que también, en su manera macabra de operar, han definido cuáles culturas permanecen en el tiempo, y cuales llegan a su fin.